sábado, 22 de agosto de 2009


Te olvide en el último champagne.
Tenía que despedirme con glamur, después de que tus manos, olor a porro paraguayo, me arrancaran la inocencia, con una pandereta tartamuda.
¡A mí el agua fresca de manantial!
Hoy soy la laguna caliente en donde se bañan los yacarés.
Ahora en la vida ordenada, a veces viene una humareda de fuego a enredarme, ¡a mí que no tengo más combustible con el que arder, sin ser quemada!
Pero resulta que vos no fuiste el punzante de mi cabeza.
Había un mono rabioso, esperándome detrás de la puerta, que abrí buscando el lugar al que me invitabas.
Si en verdad supieran donde estuve, nadie se atrevería q encontrarme. Ellos que me buscan donde yo los choco.
De repente el silencio.
La nada misma se disfraza de verso, mientras mis pinceles duermen con sus manchas. Mi escultura de arcilla se seca, para meterse al horno.
Mientras la guitarra duerme una siesta, yo me acuerdo de cuando hacíamos canciones empapados en vino tinto.
Mi voz que no tiene el color de la aurora, ni el matiz del atardecer, te grita. ¡Veni!. Supongamos que dejo todo y me voy con vos al infinito. Como si hubiera algo que no me deje a mí.
La soledad maliciosa me endulza con su veneno. Y ahora siento culpa por esa pizza que comí.
Tan claro el fastidio del encierro.
¡Veni búscame!, llévame a lugares que no conozco, mostrame el lado oscuro, y dame al fin las palabras que no tengo, las que me quedo pensando, enseñame un acorde, dame ese beso que no nos dimos. Llevame a tu guarida, necesito salir de esta cárcel. Convídame de esa pizza.
Dejare de ser esta punga, y vos el vagabundo del amor.
Iluminaremos esta flor marchita de cementerio.

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